Fátima Bosch: Alzó la voz para ganar a los machistas

Fátima Bosch: Alzó la voz para ganar a los machistas

 

Marcos H. Valerio

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El momento que definió Miss Universo 2025 no fue la pasarela final ni el traje típico. Fue una sala de juntas mal iluminada donde un hombre con poder, Nawat Itsaragrisil, creyó que podía humillar a una mujer y salir impune.

“Estás tarde otra vez… ¡tonta!”, le soltó a Fátima Bosch en vivo, frente a las demás candidatas y a miles de espectadores en livestream.

Lo que siguió no fue un escándalo de reality show. Fue una clase magistral de dignidad.

Fátima no respondió con insultos. No se derrumbó. No corrió a dar una entrevista victimizada. Se levantó, miró a sus compañeras y salió con la cabeza en alto. Varias la siguieron. El silencio que dejaron en esa sala fue más ensordecedor que cualquier grito.

En las siguientes 48 horas la organización global tuvo que disculparse públicamente. El abusador quedó expuesto. Y Fátima, sin decir una palabra de más, se convirtió en la candidata que todos querían ver ganar.

Porque lo que hizo después fue brutalmente poderoso: se preparó. Llegó puntual a cada ensayo. Contestó cada pregunta con claridad y calma. Caminó la pasarela sin exagerar, sin compensar, sin victimizarse. Eligió un vestido blanco sencillo que decía todo sin necesidad de brillos.

Y cuando llegó la pregunta final sobre liderazgo auténtico, respondió:

“Crean en el poder de su autenticidad. Sus sueños importan. Sus voces importan. Nunca permitan que nadie les haga dudar de su valor.”

En ese instante, la corona ya era suya.

Porque Fátima Bosch no ganó Miss Universo por ser la más guapa, la más alta o la más preparada técnicamente. Ganó por ser la que, cuando la llamaron “tonta”, demostró que la verdadera inteligencia es saber cuándo no vale la pena rebajarse al nivel de quien te insulta.

Ganó por recordarle al mundo que el empoderamiento no es un eslogan de certamen: es levantarte cuando te empujan, seguir adelante cuando te quieren callar y ganar con la frente en alto cuando todos esperan que te rompas.

La cuarta corona mexicana no llegó envuelta en lentejuelas. Llegó envuelta en dignidad.

Y esa, señores machistas de traje y corbata que todavía creen que pueden callar a una mujer con un “tonta”, es la lección que nunca van a aprender.

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